Hacía tiempo que Nepal nos llamaba. Sabíamos que la época del año no era la ideal. Pleno invierno, sin excusas, sin turistas, con mucho frío y con un invitado especial, el viento.
El circuito del Annapurna, en modo bikepacking, nos llevó a pedalear por subidas muy empinadas y senderos de ensueño, a dormir muy abrigados, a comer cada día “dalbhats” y “momos”, a beber incontables cafés con leche, a quedar boquiabiertos con la magnitud de las montañas, a quedar cubiertos de polvo de arriba abajo, a calentarnos delante de las estufas de leña, mientras conversábamos con nepalíes afables, a empujar la bicicleta con ganas y a reír cuando Ricard me decía que el paso Thorong La era una cima de vacas.
El día clave de la ruta fue el cuarto día de la ruta: el gran día, el día de cruzar por el paso Thorong La, a 5.416 metros de altura. A las 4h45 suena el despertador en nuestra chabolita del Thorong High Camp, después de una noche entre sueños y pesadillas.
Sin hambre, desayunamos poco, efectos de la altura, y comienza el periplo de empujar las bicicletas caminito arriba con la luz de los frontales. Quince grados negativos y el viento repica ya fuerte. Las manos comienzan a perder el tacto progresivamente. Cuatro pasos mal contados adelante y paramos a mover el cuerpo y las extremidades enérgicamente, un ritual que vamos repitiendo durante toda la subida.
Llevamos toda la ropa puesta y no podemos permitirnos el lujo de tener más frío. Hemos pasado la barrera de los 5000 metros de altura y la alegría que siento cuando el sol me acaricia es difícil de explicar.
Continuamos empujando y ahora hace falta que nos pongamos los crampones. Hay poca nieve, pero muchas placas de hielo. De vez en cuando voy mirando los metros acumulados. Aún falta, me mentalizo que esta experiencia invernal debe convivir con un poco de sufrimiento por la falta de oxígeno, pero sobre todo, por el frío gélido que me hiela incluso el alma.
Por fin, levanto la cabeza y veo unas banderolas de oración que se mueven al ritmo desenfrenado del dios Eolo. Mezcla de emociones que quedará para siempre grabada en mi memoria. Ahora «sólo» queda la bajada y saborear nuesta hazaña.
Al cabo de unos días llegamos a Pokhara, donde oficialmente termina el circuito del Annapurna. Sin embargo, nuestra ruta aún no ha llegado a su fin y nos disponemos a regresar a Katmandú por las Mid-Hills.
Se acabaron las grandes montañas, pero la cotidianidad de las Mid-Hills nos roba el corazón. Después de algunas jornadas, nos encontramos en el centro turístico de Katmandú, hambrientos y satisfechos. Con un plato de comida delante ya estamos planeando la siguiente aventura…
Si este video te ha llenado de inspiración, te invitamos a leer la guía completa para planear una aventura por el Ciruito Annapurna en modo bikepacking.