Lo que esperábamos sería una ruta relativamente sencilla, nos sorprendió con un final brutal, pero que valió cada gota de sudor. Nos habíamos mentalizado para una ruta que, en papel, parecía fácil: un poco de carretera, algo de gravel, y llegaríamos a Nanacamilpa sin demasiados contratiempos. Pero la realidad tenía otros planes. No solamente nos esperaba un final demandante, sino que además, teníamos la presión de llegar antes del anochecer a nuestro destino.
Partimos desde la Ciudad de México y, hasta Texcoco, el camino fue tranquilo, con asfalto bajo las ruedas y buen ritmo. Pero a partir de ahí, la verdadera aventura comenzó: terrenos mixtos, caminos de gravel que se extienden hacia el horizonte, y solo un kilómetro más de carretera antes de que las cosas se pusieran realmente serias. Lo que vino después fue un desafío que nos exigió cada gramo de energía y concentración, haciendo de esta ruta algo mucho más épico de lo que jamás imaginamos.
Nanacamilpa – campo sobre los hongos
El destino de esta ruta es el Santuario de las Luciérnagas, ubicado en el municipio de Nanacamilpa de Mariano Arista. Esta zona boscosa es especialmente conocida por la temporada de luciérnagas, que ocurre entre junio y agosto. Sin embargo, a partir de agosto y hasta diciembre, el lugar se transforma en el reino de los hongos. De hecho, el nombre Nanacamilpa proviene del náhuatl «Nanacamilpan», que significa «campo de hongos».
Pero la realidad es que Nanacamilpa ofrece mucho más que luciérnagas y hongos. Sus bosques son impresionantes, con paisajes espectaculares que invitan a desconectar del bullicio de la ciudad sin tener que alejarse demasiado. En esta ocasión, no íbamos en busca de luciérnagas ni de hongos. Nuestro objetivo era simplemente disfrutar de una rodada y celebrar el regreso de Aru a la bicicleta después de su accidente.
Salida de la CDMX
El punto de encuentro para comenzar nuestra travesía fue la Estela de Luz. Desde ahí, tomamos Reforma, cruzando el corazón de la ciudad, mientras el sol apenas comenzaba a iluminar las calles. Al ser sábado por la mañana, el tráfico era ligero, lo que hizo de la salida un tramo placentero y el momento perfecto para despabilarnos y prepararnos mentalmente para el día que teníamos por delante.
Una vez fuera de la ciudad, el trayecto hacia Texcoco es directo. La autopista México-Texcoco, prácticamente plana, se convirtió en un respiro que nos permitió disfrutar de la pedaleada. Con un acotamiento amplio, este tramo resultó ser no solo relajante, sino una antesala perfecta para la aventura que nos esperaba más adelante.
Dejando el asfalto atrás
Justo antes de adentrarte en los primeros caminos de tierra, pasas por el taller Sprinters, un excelente punto para hacer cualquier ajuste de último minuto o simplemente tomarte un cafecito antes de seguir adelante. En la misma esquina, hay una tienda y un restaurante, lo que lo convierte en una parada ideal para abastecerte o recargar energía, tal como hicimos nosotros.
Con el estómago lleno, comenzamos nuestra aventura gravel, siguiendo un tramo de una de mis rutas favoritas por estos parajes, la Texcoco Gravel Bash. Esta primera parte del recorrido transcurre por caminos de tierra que serpentean entre parcelas, conectando pequeñas comunidades.
Hasta llegar a San Pedro Chautzingo, el trayecto no presenta grandes retos, pero a partir de ahí empieza un ascenso de unos 10 kilómetros. He hecho este ascenso en numerosas ocasiones, y nunca dejo de disfrutarlo. Aunque es exigente, los paisajes son impresionantes y cambian con cada estación del año. Al alcanzar el punto más alto cruzamos a Tlaxcala y nos adentramos en lo desconocido. A partir de aquí, todo sería nuevo para el equipo que emprendía esta aventura.
Final inesperado
En mi mente, lo más difícil ya estaba hecho. Solo quedaba descender hasta San Cristóbal Zacacalco, recorrer menos de dos kilómetros de carretera y luego tomar el último tramo de terracería que nos llevaría a Nanacamilpa.
Lo que en papel parecía una serie de suaves columpios resultó ser un desafío monumental, tanto físico como mental. Esos «columpios» tenían pendientes que oscilaban entre el 13% y el 20%, con algunos tramos que, según mi ciclocomputador, alcanzaban hasta un brutal 40%. Para hacer las cosas un poco más difíciles, el terreno era técnico, con zonas rocosas y surcos profundos formados por la erosión del agua. Nos encontramos en una rutina agotadora: subir una pendiente, recuperarnos unos minutos bajo la sombra de un árbol y volver a empezar. Por fortuna, las vistas no dejaban de ser sorprendentes.
Esos últimos 20 kilómetros nos tomaron casi 4 horas. El cansancio se hacía sentir con fuerza, y la presión del tiempo comenzaba a apretar mientras nos quedábamos sin agua. Afortunadamente, en una de las paradas, unos amables pobladores nos invitaron a su parcela, ofreciéndonos elotes de su cosecha y un pulque que nos devolvieron la vida.
Como recomendación, asegúrate de abastecerte en San Cristóbal Zacacalco, ya que no encontrarás nada hasta llegar a San Felipe Hidalgo.
Llegada a Canto del Bosque
La razón por la que necesitábamos llegar antes de las 6 pm es que los campamentos dentro del santuario de las luciérnagas son muy estrictos con las luces. A partir de esa hora, nadie entra ni sale, para no perturbar a estos insectos durante su temporada, y aunque no era época de luciérnagas, la regla se mantiene todo el año.
A estas alturas, ya estaba completamente agotado y me quedé un poco atrás. El cielo comenzaba a oscurecer y sentía que la lluvia era inminente. No quedaba más opción que seguir pedaleando hasta que, por fin, a lo lejos, pude distinguir lo que parecía ser San Felipe Hidalgo, el último poblado antes de nuestro destino final: el camping Canto del Bosque.
Justo al llegar al cruce donde tomaría el camino hacia Canto del Bosque, comenzó a soplar una suave brisa y las primeras gotas empezaron a caer. En ese momento, lo único que me importaba era llegar. Continué a un ritmo tranquilo hasta que, finalmente, vi el letrero: Canto del Bosque. En lugar de sentir alivio, al girar la cabeza me encontré con otra subida.
Empecé a subir de nuevo y, de repente, la lluvia se intensificó. No sé de dónde saqué fuerzas —quizás fue el pulque y los elotes—, pero logré acelerar el paso. Al comenzar a divisar las cabañas, y al fondo lo que parecía ser el restaurante del camping, la lluvia se convirtió en tormenta. Por fortuna, mis compañeros ya habían llegado y los encargados sabían que venía detrás, así que me recibieron con la puerta abierta. Si no hubiera sido por eso, habría terminado empapado.
Después de recuperarme un poco, comimos, conversamos y descansamos mientras esperábamos que parara la lluvia. Esta vez optamos por alquilar una cabaña, lo cual fue la mejor decisión. Pudimos darnos un baño caliente y disfrutar del resto de nuestra estancia en total comodidad.
Preparativos
La bicicleta adecuada
En mi opinión, la bicicleta más adecuada para esta ruta es una gravel con neumáticos de al menos 40 mm de ancho. Si bien es posible hacerla con una bicicleta de montaña, y probablemente sea muy divertida en los tramos de terracería, debes tener en cuenta que casi la primera mitad del recorrido es por carretera.
Como alternativa, puedes comenzar la ruta desde Texcoco, donde el trayecto es aproximadamente un 90% terracería, ideal para quienes prefieren evitar el asfalto.
Alimentación e hidratación
A lo largo de la ruta encontrarás tiendas donde podrás reabastecerte de agua y snacks. Sin embargo, es crucial que te prepares antes de los últimos 20 kilómetros, ya que desde San Cristóbal Zacacalco hasta San Felipe Hidalgo no hay puntos de abastecimiento.
Te recomiendo llevar tres bidones de agua o una mochila de hidratación para asegurarte de estar bien provisto. Para mantener el hambre bajo control, lleva suficientes frutos secos, nueces o tu botana favorita.
Nosotros hicimos una parada en Texcoco para desayunar, justo antes de comenzar la sección de terracería de la ruta, lo cual nos dio un buen impulso para el resto del camino.
Dónde dormir
Nanacamilpa se ha convertido en un destino popular para los amantes de la naturaleza, gracias al impresionante espectáculo de las luciérnagas y las caminatas para explorar el reino de los hongos. Por ello, hay una amplia oferta de campamentos con diversas opciones de alojamiento, que van desde camping tradicional y glamping hasta cabañas.
Si prefieres, también puedes encontrar hoteles en San Felipe Hidalgo o en la Ciudad de Nanacamilpa.
Nosotros optamos por alquilar una cabaña para cuatro personas en Canto del Bosque. Aunque no es la opción más económica, definitivamente valió la pena por la ducha caliente y la comodidad de una cama después de una jornada tan dura.
Cuándo hacer esta ruta
Siempre y cuando te prepares bien, esta ruta puede hacerse en cualquier época del año. Si quieres disfrutar del avistamiento de luciérnagas, la temporada ideal es de junio a agosto. Por otro lado, si te interesa explorar el mundo de los hongos, de agosto a diciembre el bosque se llena de una increíble variedad, y muchos campamentos ofrecen caminatas guiadas para apreciarlos.
Fotografía Aru Corral, Marco Hernández, Eduardo Elizalde y José Luis Ramírez
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