«El unico verdadero viaje de descubrimiento, consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos». –Marcel Proust.
La zona norte de la Comunidad de Madrid es todo un paraíso para la práctica del ciclismo en todas sus modalidades. La Sierra de Madrid está compuesta por varias cadenas montañosas con algunos picos de más de 2000 m, un terreno que hará las delicias tanto para los amantes de la bici de montaña como para los más carreteros. Si buscas disfrutar, sin subir demasiado alto, también hay zonas de media montaña, con espectaculares dehesas y pantanos por los que disfrutar pedaleando.
Llevo poco tiempo viviendo en Madrid y la verdad que ha sido todo un descubrimiento y he quedado maravillado con su espectacular entorno. Puede que haya influido el haber realizado estas rutas durante el mes de mayo, con la primavera en todo su esplendor y los primeros días de buen tiempo.
Estas rutas proponen tres recorridos circulares, cada uno de una modalidad diferente de ciclismo para descubrir algunos de los increíbles rincones que la sierra de Madrid ofrece.
Para descubrir la Sierra de Madrid, planeé tres recorridos circulares, cada uno para una modalidad diferente. La primera es una ruta de ciclismo de montaña, la segunda es una ruta que principalmente por carretera y, finalmente, una ruta de bikepacking.
Al ser rutas circulares, es posible modificar el punto de inicio o recortar y adaptar si se quieren hacer menos kilómetros. Incluso es posible cambiar el sentido de la marcha, pero yo recomiendo seguirlas tal y como se proponen.
Ruta mtb por la Sierra Norte de Madrid
Esta es una ruta circular de un día enfocada al ciclismo de montaña. Se planeó evitando a medida de lo posible el asfalto, conectando caminos y sendas para recorrer las 5 atalayas medievales del Río Jarama.
La ruta es de casi 60 kilómetros y con un desnivel considerable de más de 1000 m. En función de tu estado físico y la prisa que tengas es posible completarla en una mañana, pero yo recomiendo tomárselo con calma y dedicarle un día completo. Así podrás ir haciendo paradas en cada una de sus atalayas y disfrutando de las vistas panorámicas que ofrecen.
Pese a que se les llame atalayas del Río Jarama, estas no están situadas demasiado cerca de este. El río no será el protagonista principal de la ruta, lo tendremos siempre al este, pasando algo más cerca en los últimos kilómetros pero sin llegar a cruzarlo.
Para entender el porqué de esta denominación tenemos que remontarnos unos mil años al momento de su construcción. Aquí va un breve apunte histórico para entender la importancia de estas atalayas.
Se trata de construcciones de vigilancia que datan del siglo X, época de dominio musulmán en esta parte de la península Ibérica. Las atalayas formaban parte de un sistema defensivo que controlaba, por un lado la frontera que marcaba el Río Jarama y a su vez una de las vías de comunicación más importantes a través de las montañas del Sistema Central al que pertenece la Sierra de Madrid, por el paso natural del puerto de Somosierra.
Por lo que prepararos a subir para llegar a cada una de las atalayas. Todas están situadas en miradores naturales donde podrás contemplar y disfrutar de todo el paisaje que las rodea.
La ruta comienza a las afueras del Molar, junto a su cementerio. Este sitio cuenta con un buen aparcamiento y una pequeña zona recreativa con mesas y fuente.
Desde el inicio vamos evitando el asfalto todo lo posible y buscando caminos secundarios. Tras un breve paso por Pedrezuela, al poco de salir de este pueblo, se acaba el calentamiento y comenzamos a subir poco a poco buscando llegar a nuestro primer objetivo, la atalaya de la Venturada. Antes de llegar encontrarás un bonito tramo de dehesa.
En esta primera atalaya destacan las vistas hacia el pantano de Pedrezuela con la imponente Pedriza al fondo y el puerto de la Morcuera.
Desde cada una de estas torres es posible ver la siguiente en la lejanía, si se sabe bien hacia dónde mirar. Debido a su función de lugares de vigilancia era importante tener comunicación con cada una de las atalayas. En este recorrido nos saltaremos la siguiente, la del Vellon, dejándola para el camino de vuelta. Tras una larga bajada llegaremos a una zona con campos de cereal donde la primavera se muestra con todo su esplendor. Desde este punto ya es posible divisar nuestro próximo objetivo.
Para llegar a la atalaya de Arrebatacapas, como bien dice su nombre, acabarás quitándote cualquier capa excedente que lleves puesta, pues tendrás que subir uno de los tramos más duros de la jornada. La buena noticia es que la recompensa al alcanzar nuestro objetivo bien merece la pena.
Esta atalaya, es la más aislada y en la que menos turistas encontraréis. Los caminos de acceso están en peor estado, por lo que es el lugar ideal para hacer un buen descanso y disfrutar del espectacular entorno.
Para llegar a la próxima atalaya aún seguiremos subiendo unos kilómetros más, pero la peor parte de la subida ya estará hecha.
La atalaya del Berrueco está ubicada en el punto más alto y alejado del inicio de esta ruta y para mí es, sin lugar a dudas, la que mejor recompensa ofrece. De todas las atalayas esta es la única cuyo interior ha sido restaurado. Además, es posible subir a la parte superior, desde donde se tienen unas magníficas vistas del pantano del Atazar con el puerto de Somosierra al fondo.
Desde aquí hay una larga y entretenida bajada hasta Torrelaguna, por caminos y algún tramo por sendas algo más técnico, que hará las delicias de los más endureros.
Tras descender del Berrueco recomiendo una visita a Torrelaguna para hacer otro descanso y tomar un café. Puede ser una buena opción comer en alguno de los numerosos bares que hay en su plaza mayor.
Durante el resto de la ruta no hay fuentes naturales ni puntos donde reponer agua por lo que antes de volver a reemprender la marcha, os recomiendo que salgáis con las reservas llenas para lo que queda.
Desde Torrelaguna tocarán unos kilómetros de subida, para alcanzar una pista que va en paralelo siguiendo el canal del Atazar. Este canal conduce agua a Madrid desde el pantano que se puede ver desde la atalaya del Berrueco.
En su mayor parte el canal va bajo tierra, salvo en algunas partes en las que se asoman los acueductos elevados. Muchos se pueden cruzar con la bici, para luego volver a reencontrarnos con esta pista que va siguiendo su curso, que sí que tiene pequeñas subidas y bajadas. Este tramo permite avanzar a buen ritmo y disfrutando de las vistas del Valle del Jarama a nuestra izquierda en todo momento.
Pero para poder tener buenas vistas de este valle y llegar a nuestra cuarta atalaya (la del Vellon, que se dejó ver al principio de la ruta) habrá que ascender un poco más. La subida es corta, pero intensa y a no ser que estéis más en forma que yo, es posible que os toque empujar el último tramo.
Esta subida es opcional, ya que es posible seguir por la pista que conduce hasta el Molar. Sin embargo, las vistas y una bajada por una senda muy entretenida son una buena recompensa para ese tramo de subida que tocó empujarle a la bici.
Seguiremos los acueductos, hasta las afueras del Molar, donde el canal pasa a ser totalmente subterráneo para atravesar el pueblo. Yo también lo crucé sin entretenerme pues ya lo conocía bien, pero si llegáis con tiempo y no es muy tarde os recomiendo visitar una serie de cuevas y antiguas bodegas convertidas en bares en la parte alta del pueblo. Este es un buen punto para reponer fuerzas para la última subida. También, si lo prefieres, puedes dejar esta atalaya para el final del día y disfrutar de un atardecer impresionante.
Os recomiendo guardar algo de fuerzas para esta última subida, corta, pero bastante demandante. Desde la parte más alta, en un día claro, se puede llegar a divisar hacia el sur, el característico Skyline de las torres de Madrid y al oeste, ver como el sol se pone entre el cerro San Pedro y el resto de picos de la Sierra de Madrid.
Ahora podréis comprender el motivo para dejar esta Atalaya para el final del día. Desde aquí tan solo tendremos que dejarnos caer hacia el pueblo para llegar al punto de inicio. Si llegáis con fuerzas y tenéis ganas de más, hay múltiples caminos y sendas junto al Río Guadalix para seguir pedaleando.
Ruta de carretera por la Sierra de Madrid
Esta ruta recorre una de las zonas más remotas y aisladas de la comunidad de Madrid, cercana al límite con Guadalajara. Conforme nos alejamos de Buitrago de Lozoya donde comienza la ruta, ya no encontraremos más que pequeños pueblecitos.
Desde que llegué a Madrid quería buscar un puerto de montaña donde darle un paseo a la bicicleta que normalmente utilizo para mis viajes de cicloturismo y esta fue una zona que me llamó mucho la atención. Existen puertos mucho más altos y famosos, pero estos suelen estar en lugares más conocidos o turísticos y con mucho más tráfico. Esta ruta me parece ideal para disfrutar de pedalear en asfalto, cosa que no me atrevería a recomendar en ninguno de los otros puertos de carretera que he recorrido cerca de Madrid.
La primera parada del día, es junto a la presa del Villar, una de las tantas que escalonan el curso del Río Lozoya. Las vistas desde este lugar, bien merecen pararse un rato.
Tras cruzar la presa y hacer una pequeña subida, decidí aprovechar para hacer un tramo de la senda de Genaro. Se trata de un sendero señalizado que recorre todo el pantano del Atazar y sus alrededores. Esta es una muy buena recomendación, si queréis seguir descubriendo esta zona. Los pocos kilómetros que recorrí, fueron sobre una pista en perfectas condiciones que nos permite tomar un pequeño atajo para llegar hasta Robledillo. Si vas con una bici de carretera y no quieres hacer este tramo tendrás que hacer algún kilómetro más siguiendo por la misma carretera.
A partir de Robledillo comienza la carretera que nos llevará hasta Puebla de la Sierra. Esta es la típica carretera de montaña estrecha y sinuosa, pero en muy buen estado. Durante todo el ascenso al puerto, me crucé con más ciclistas que coches, aunque es cierto que aproveché un día festivo local que tenía entre semana para esta ruta. Sin embargo, no creo que los fines de semana cambie mucho esto. Pues el Valle de Puebla, no es para nada turístico y su población es muy pequeña.
Una vez se llega a este punto, te metes de lleno en plena naturaleza atravesando principalmente zonas boscosas de pinos, alguna con hayas y robles en las partes más altas. Toda esta primera parte es un continuo sube y baja cruzando barrancos y arroyos que descienden de la montaña. Tiene algún tramo con más desnivel pero ninguno demasiado largo.
En particular, esta fue la parte que más disfrute del día. Por momentos me parecía haberme teletransportado a los Pirineos o la Alpujarra de Granada, por esta carretera solitaria descubriendo a cada curva nuevas montañas. Todo un paraíso difícil de imaginar tan cerca de Madrid.
El verdadero ascenso comienza después de atravesar Puebla de la Sierra. Por lo que este puede ser un punto ideal para prepararse para la dura subida que nos espera. En Puebla de la Sierra podrás comer algo y recobrar energía para lo que viene.
Es un puerto largo con casi diez kilómetros, en los que se supera un desnivel de poco más de 500 m. A pesar de esto es un tramo que se deja disfrutar, con multitud de curvas de herradura, por lo que no hay largas rectas que se hagan pesadas. Únicamente en alguna de las curvas, casi al final, se supera el 10% de desnivel, el resto de subida es bastante llevadera.
En lo más alto del puerto, a más de 1600 metros, hay un pequeño mirador con unas increíbles vistas hacia todo el valle de Puebla. Desde este punto es posible contemplar toda la subida que acabamos de realizar con el pueblo al fondo.
La bajada por la otra vertiente del puerto es más corta e inclinada, por lo que no recomiendo hacer esta ruta en sentido contrario. La vegetación cambia por completo en la bajada al ser la cara norte, apenas hay pinos y por el contrario las hayas y los robles son los protagonistas.
Viendo el perfil de la etapa, parecería que una vez superado el puerto ya está hecho el trabajo pesado y solo falta dejarse caer hasta Buitrago de Lozoya, pero aún queda algo de desnivel por superar. Los últimos 20 kilómetros son un falso llano con alguna sorpresa en forma de subida para acabar el día. Vale más que no lo deis todo y guardéis algo de fuerzas para este último tramo de la ruta.
Ya no me entretuve en estos kilómetros para realizar más fotografías, pues iba con el tiempo justo para llegar a Buitrago antes de que el sol se pusiera. Por fortuna las piernas respondieron y pude llegar con los últimos rayos de sol antes del ocaso a este mirador en el meandro que forma el Río Lozoya, donde contemplar la muralla y toda la zona medieval del pueblo.
Merece la pena dejar la visita a Buitrago de Lozoya para el final, ya que este es uno de los pueblos medievales mejor conservados de todo Madrid. Os recomiendo madrugar un poco más que yo y calcular bien la ruta en función de vuestro estado de forma. Así se podrá disponer de suficiente tiempo para disfrutar callejeando por Buitrago de Lozoya y tomar o cenar algo para terminar el día.
Ruta de bikepacking cerca de Madrid
Día 1 – Villavieja a Refugio Regajo Hondo
Esta es una ruta diseñada para una aventura de bikepacking con bicicleta de montaña. Si eres un poco valiente con una bici tipo gravel también podrías hacer esta ruta, ya que tiene pocos tramos técnicos. Solamente una parte del camino no está en las mejores condiciones.
Por los kilómetros acumulados puede parecer una ruta no demasiado complicada, pero tiene un desnivel bastante considerable pues se sube hasta 2100 m. Los primeros 30 kilómetros son bastante llevaderos, pero recomiendo guardar fuerzas para afrontar la subida final sin padecer demasiado.
De todo lo que he podido ver hasta ahora en Madrid, el valle de Lozoya y la parte de montaña de la Cuerda Larga (de Peñalara hasta el puerto de Somosierra) me parece de lo mejor en cuanto a naturaleza y paisajes. Por algo es parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Comencé la ruta en Villavieja de Lozoya, un pequeño pueblecito al inicio del valle. La idea original era llegar al día siguiente bajando desde Somosierra, pero como veréis tuve que hacer un cambio de planes y acotar parte del recorrido del segundo día.
Durante los primeros kilómetros, desde que se parte de Villavieja, la ruta transcurre por caminos encantadores. Se van atravesando varias fincas de ganado por dehesas, por lo que habrá que hacer más de una parada para ir abriendo y cerrando las puertas que dan acceso a estas.
En este punto nos dirigimos con rumbo al río Lozoya que discurre por el centro del valle, pudiendo ver a la derecha todos los picos que forman la Cuerda Larga. Algunas de sus cimas superan los 2000 metros en los que aún resisten las últimas nieves del invierno.
Cruzaremos hacia el margen izquierdo del río, justo antes de la presa del embalse de Pinilla. Una vez en el pantano se puede ver el pueblo de Lozoya al otro lado y detrás, el puerto Navafria. Este puerto cruza la Cuerda Larga, a la cual llegaremos por su otra vertiente en el segundo día de esta ruta.
Casi la totalidad del recorrido junto al pantano es por una senda estrecha, pero en muy buen estado que nos permite seguir disfrutando del día. Esta parte del trayecto es la más alejada de cualquier carretera o población y nos deja en plena naturaleza, atravesando majestuosas zonas boscosas.
Tenía pensado parar a comer algo al finalizar el tramo que va junto al río Lozoya, pero me llevó más tiempo de lo que esperaba el recorrer los primeros 30 kilómetros. Así que decidí detenerme en el primer rincón bonito que encontré junto al río para refrescarme y comer algo. A punto estuve de darme un baño, si no es por las nubes amenazantes que comenzaron a formarse y me obligaron a continuar mi ruta.
Este segmento va por caminos y alguna senda con el río siempre a nuestra derecha. A mi paso hago una nota mental de volver a este lugar para explorarlo y disfrutarlo como realmente se lo merece. Es una zona preciosa y perfecta para los días más calurosos del verano.
Volveremos a cruzar al otro lado del río justo antes de la presa de Pradillo, a la altura del restaurante La Isla. Este será el último encuentro con la civilización hasta el día siguiente, cuando acabemos la ruta. Con esto en mente aproveché para tomar un café y abastecerme con agua, antes de comenzar la subida y no perder tiempo filtrando agua del río.
Es muy recomendable, y me atrevería a decir que casi obligatorio, que llevéis algún método de filtrado o de purificación para el agua, pues a partir de este punto no encontraréis ninguna fuente y tocará abastecerse de los arroyos de la montaña.
Al poco de comenzar la subida llegamos al mirador de los Robledos, con unas magníficas vistas de todo el valle de Lozoya y en donde se erige un monolito como homenaje al trabajo de los Guardas Forestales del parque. Desde este sitio podemos admirar todo lo que ya hemos recorrido. De igual manera podremos intuir por donde va la subida que nos espera, hasta el puerto del Malagosto.
La verdad, el observar nuestro destino desde aquí puede ser un poco intimidante, pero como todo puerto, dependerá en gran parte de la actitud con el que lo afrontemos. La clave es ir dispuesto a sufrir, pero sin olvidarnos de disfrutar en todo momento. Para esto la cámara de fotos es una muy buena aliada, pues con cada pausa para capturar las vistas que la subida nos ofrece, puedes descansar y recuperar el aliento para continuar con este largo ascenso.
La primera parte de la subida es bastante llevadera, recorriendo una pista en muy buen estado que va atravesando un frondoso bosque de pinos. Durante esta sección encontraremos algún descansillo y de vez en cuando se abre el bosque, para regalarnos unas bonitas vistas del entorno.
A mitad del puerto, a partir de una zona con varias curvas cerradas, es donde la cosa se pone seria de verdad. Es un puerto para tomárselo con calma y disfrutar de cada una de estas curvas. La paz y la tranquilidad que se respira en estas zonas boscosas es increíble. Al ser un parque nacional es una zona restringida a vehículos a motor, pero yo esa tarde desde que salí del mirador de Robledos no me encontré con absolutamente nadie. En el camino éramos tan solo yo, mi bicicleta y este idílico entorno.
A medida que vayamos subiendo la vegetación cambia con la altura y por encima de los 1900 metros ya no crecen más pinos y pasamos a un paisaje de alta montaña. Y como os decía, no me encontré con nadie, pero lo que seguro que encontraréis es multitud de vacas pastando por todos lados y sus molestas compañeras las moscas. Alguna se animaba a unirse a la ruta un rato, no sé si el resto del año estarán igual de pesadas, pero fue la única anécdota negativa del día.
La pista en perfecto estado por la que comenzamos la subida va empeorando conforme subimos. Una vez pasado el puerto del Malagosto hay tramos donde cuesta bastante pedalear.
La parte más alta del recorrido, a poco más de 2100 m, no tiene ningún punto geodésico ni mojón que indique la altura. Así que no hay donde llegar y pararse para celebrar lo conseguido, no es más que una elevación más de esta cuerda. Lo que sí hay, desde que comienzas este tramo, son unas increíbles vistas hacia el lado de Segovia con la inmensidad de la meseta castellana al fondo. Yo ese día, lo que pude ver fue el juego de las caprichosas nubes con las luces del atardecer. Bien invitaban a pararse allí mismo a acampar para disfrutar del espectáculo, pero la cortina de agua acercándose no dejaba dudas de que lo mejor era seguir con el plan y tratar de llegar al refugio, aún a más de 15 km de este punto. Haciendo caso a las nubes, no me entretuve demasiado para comenzar la bajada.
El descenso desde este punto hacia la cara norte de la Cuerda en la provincia de Segovia es superdivertida. Pasa por unos bosques de ensueño, con multitud de arroyos que bajan de la montaña, tampoco me crucé absolutamente con nadie hasta el refugio y en este lado las vacas desaparecieron.
Tuve suerte de ver varios grupos de ciervos y jabalíes durante la bajada. Por un momento me pareció estar dentro de un documental, tan solo faltó que se hubiera dejado ver algún lobo para haber tenido la experiencia completa del safari por la sierra de Guadarrama.
Los últimos 4 kilómetros de subida hasta el refugio fueron épicos. Casi sin fuerzas para pedalear, haciéndose de noche y una tormenta con relámpagos y truenos que cada vez escuchaba más cerca, pisándome los talones.
El escuchar los truenos y ver los relámpagos tan cerca me dio fuerzas para volver a subirme a la bicicleta y así poder llegar al refugio apurando al máximo la última luz del día. Tan solo 10 minutos después de llegar, me alcanzó la tormenta y comenzó a llover.
Estuve dudando hasta última hora el posponer esta ruta a otro fin de semana debido a las lluvias. Pero finalmente las previsiones daban un 50% de posibilidades de tormentas para el final de este día y del siguiente, así que decidí lanzar la moneda y jugármela sabiendo, eso sí, que tenía un buen refugio donde pasar la noche.
Este primer día salió perfecto, la moneda cayó de mi lado, pero al día siguiente no tuve tanta suerte y las caprichosas tormentas de primavera pasaron a ser protagonistas antes de lo esperado.
Día 2 – Refugio Regajo Hondo a Villavieja
Esta segunda jornada de bikepacking debería haber sido más larga. Tenía planificada una ruta con casi 70 km para llegar hasta el puerto de Somosierra siguiendo la cuerda de la montaña y desde allí seguir bajando hasta Villavieja de Lozoya donde había comenzado. Pero el mal tiempo y el cansancio acumulado del día anterior me hicieron replantear esta sobre la marcha y recortarla.
El día amaneció mucho mejor de lo que había acabado el anterior. El refugio pese a que no es gran cosa cumplió con su función protegiéndome de una buena tormenta y esa mañana pude disfrutar de un espléndido desayuno. A unos pocos metros detrás de este refugio, hay un río bastante caudaloso en estas fechas, ideal para abastecerse de agua.
Sobre la aplicación de komoot, solo puedo decir cosas buenas, es increíble lo bien que funciona el planificador. Te permite diseñar este tipo de rutas de una manera muy sencilla pudiendo explorar con seguridad zonas que no conoces. Pero yo cometí un descuido en aquella ruta y fue no descargar la ruta para poder utilizarla sin internet. Pude guardar el primer día sin problema, pese a no tener conexión, pero no pude iniciar la navegación y el registro de este hasta que no llegué a un punto más elevado con conexión. Por lo que se ve en el recorrido, hay que sumarle casi 4 km de subida, hasta llegar a este mirador ya casi a la misma altura del puerto de Navafría
Y justo cuando llegué al aparcamiento que hay en lo alto del puerto de Navafria, sucedió lo que podía haber sido la tragedia de no haber ido preparado, se rompió un eslabón de la cadena, cosa que no me había pasado nunca. Por suerte desde hace poco incorporé a mi equipo una multiherramienta con trocha cadenas que te permite salir de estos apuros. En esta ruta que transcurre gran parte del tiempo lejos de la civilización es un elemento indispensable. Recomiendo llevarla siempre en cualquier salida por corta o fácil que sea, nunca sabes cuando tu cadena te la puede jugar.
Tras reparar la cadena comencé con uno de los tramos que más ganas tenía de hacer. El tramo conocido como camino horizontal, es una pista que arranca de lo alto del puerto de Navafria y que discurre prácticamente sin desnivel rondando los 1800 m de altura por la cara sur de la cuerda, serpenteando y adaptándose a la montaña.
El mayor peligro de este camino es quedarse embelesado mirando las increíbles vistas del Valle de Lozoya que tienes en todo momento a la derecha y tener algún susto, al no ver una piedra o bache. Este es un tramo que recomendaría realizar a cualquier aficionado a la bici o a cualquier entusiasta de la montaña que quiera dar un buen paseo.
Además si quieres ahorrarte la subida hasta los 1800 m, en el puerto de Navafria hay un pequeño aparcadero que si madrugas podrás aprovechar y únicamente recorrer estos 20 kilómetros que merecen mucho la pena. En esta zona sí que me encontré con bastantes senderistas y ciclistas, todos en sentido contrario al mío.
El tiempo cambió muy rápido. Desde que arranqué este tramo, comenzaron a entrar nubes que hacían presagiar lo que estaba por venir. Estas fotos fueron las últimas que pude sacar antes de ponerme el chubasquero y de que empezara a llover. Lo que comenzó con 4 gotas, al momento se convirtió en una granizada que duró cerca de 10 minutos.
Una vez volvió la calma me paré a pensar y viendo que las posibilidades de que esto volviera a suceder eran bastante altas, decidí parar y abrir el komoot para ver si había alguna bajada alterna. A 1800 metros con sol se estaba muy bien, pero después de la tormenta ese día estaba empezando a hacer bastante fresco.
A unos pocos kilómetros, tras pasar lo alto del puerto El Lino, encontré una pista que bajaba justo donde yo había comenzado la ruta. Era a partir de este lugar donde el camino horizontal deja de serlo y comienza a bajar poco a poco hasta Somosierra.
Con esta bajada terminó para mí esta magnífica escapada de bikepacking de dos días. Una ruta del todo recomendable que puedo prometer que no os dejará indiferentes.
Me queda pendiente para otro día volver y completar esta última parte de la ruta que me deja con las ganas. Pero en ese momento fue sin duda una muy buena decisión que me hizo llegar al pueblo con una sonrisa de oreja a oreja después de 10 km de bajada prácticamente sin pedalear.
Y toda buena aventura se merece un buen final. Llegué justo a tiempo a una terraza del único bar que encontré abierto. Oportunidad perfecta para reponer fuerzas y disfrutar de la lluvia protegido bajo un techo.
Consideraciones para estas tres rutas
Bicicleta recomendada
Cada una de las rutas está pensada para una modalidad de ciclismo diferente. Hoy en día hay multitud de disciplinas con bicis específicas para cada una, pero con cualquier bicicleta que puedas rodar por caminos te valdrá para completarlas.
En mi opinión la bici ideal es la que tengas en este momento, si con el tiempo puedes ahorrar y mejorar tu equipo, genial, pero no esperes a este momento. Comienza a explorar y pedalear con lo que tengas a tu alcance.
Planificación
Todas las rutas están pensadas para emplear una jornada completa para hacer todo el recorrido. Todas tienen un desnivel considerable, así que evalúa bien el tiempo que puedes necesitar en función de tu condición física, permitiendo algo de tiempo para descansar y disfrutar.
Se recomienda un poco de planificación también en relación con los avituallamientos durante las rutas. En todas ellas hay tramos con bastantes kilómetros sin fuentes ni lugares donde encontrar comida.
El clima en la Sierra Norte de Madrid
El clima en la Sierra de Madrid suele ser bastante extremo. En verano se tienen días con temperaturas rondando los 40 grados centígrados. Por otro lado, en el invierno la nieve puede hacer acto de presencia en cualquier momento en sus partes más altas.
La mejor época para recorrer esta región en bicicleta sería durante la primavera y el otoño, pudiendo disfrutar de temperaturas más suaves. Sin embargo, ten presente el riesgo de que os encontréis alguna tormenta. Ir siempre bien preparados para esto, pues en la alta montaña las previsiones no siempre se cumplen y el clima puede cambiar muy rápido.
Fotografía Miguel Pedaliando
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