El valor reside en el término medio, entre la cobardía y la temeridad – Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes
Parque Natural de la Sierra Norte – naturaleza e historia
La Sierra Norte de Guadalajara, también conocida como Sierra de Ayllón, a tan solo una hora en coche de Madrid, alberga una increíble diversidad natural, con varios picos de más de 2000 metros de altitud, de los que nacen numerosos ríos. Estos paisajes de alta montaña, donde tan solo crecen algunos matorrales, se combinan con exuberantes y frondosos bosques de pinos y robles donde la luz del sol apenas consigue llegar al suelo.
Esto, sumado a que es una zona muy poco poblada y remota, lo convierte en lugar idóneo para la práctica del bikepacking.
Esta es una de las regiones de España que más ha sufrido la despoblación. Muchos de los pueblos que recorre la ruta están prácticamente vacíos e impresiona bastante recorrer sus silenciosas calles, con tan solo algunos coches aparcados, que delatan las pocas casas que siguen habitadas.
El tiempo parece haberse detenido. Se trata de todo un museo al aire libre donde contemplar su característica arquitectura utilizando la pizarra, por la cual son conocidos como los Pueblos Negros.
Merece la pena desviarse en cada una de estas poblaciones y hacer una pausa, pues cada pueblo guarda rincones genuinos que descubrir.
Esta ruta circular está diseñada para realizarse en 3 días. Pese a no ser demasiados kilómetros, el desnivel es considerable y como veréis hay multitud de rincones que invitan a realizar una parada para disfrutarlos como se merecen.
También sería posible plantearla como una escapada de fin de semana con una única noche. La zona tiene multitud de posibilidades para alargar la ruta, incluyendo otros pueblos o bien recortarla, para así adaptar el reto al que quieras enfrentarte.
En algunos pueblos hay casas rurales que podrían valerte para pasar una noche, pero no creo que encontréis ningún alojamiento en un entorno mejor que el refugio en el que acaba la primera etapa.
Etapa 1. Tamajón – Refugio Choza de Hijasalvas
Tamajón, puerta de entrada a la sierra de Ayllón
El punto de partida para esta ruta es a las afueras de Tamajón, junto a una singular iglesia románica. Aquí, no tendrás ningún problema para encontrar un buen aparcamiento en alguna de las calles cercanas.
Este es el pueblo más grande y con la mayor cantidad de servicios que encontrarás en toda la ruta, por lo que es importante que antes de partir compruebes que no falta nada en tus alforjas. Más adelante, puede resultar complicado encontrar un bar abierto.
Sabiendo que la última etapa sería más sencilla, no me entretuve y dejé la visita de este pueblo para ese momento.
Tras un primer tramo por una sencilla pista, se continúa por una cómoda carretera recién asfaltada sin apenas desnivel ni tráfico. Este es el único tramo llano de toda la ruta, el calentamiento perfecto para lo que se viene.
Poco a poco, comenzaremos a divisar un horizonte repleto de montañas, las cuales serán nuestro destino por los próximos días. A partir de este punto, se empieza a poner interesante la ruta.
En el kilómetro ocho, existe la opción de desviarnos de esta carretera para hacer un tramo de sendero bastante entretenido. En ocasiones se estrecha bastante poniéndose algo técnico, pero que te permite descubrir un increíble puente de pizarra negra, de un solo arco pero majestuoso. Este viaducto de origen medieval conserva la belleza de lo sencillo y nos ayuda a cruzar sin esfuerzo el arroyo de la Venta.
Si no te importa empujar la bicicleta en alguna subida y estás habituado a hacerla de cabra por senderos de montaña, disfrutarás con este tramo mucho más que por el asfalto.
Primeros pueblos negros
Campilejo, El Espinar, Campillo de Ranas y Robleluego son los primeros pueblos negros que encontraremos y en donde podrás contemplar esta singular arquitectura basada en el empleo de la pizarra. Cada una de estas pequeñas poblaciones está construida en su totalidad con este singular material que les da ese aspecto medieval y que les dio el nombre de Pueblos Negros. No encontraréis tiendas ni restaurantes, pero lo que no falta en cada uno de estos pueblos será una buena fuente en su respectiva plaza mayor donde reponer agua para continuar la ruta.
Mirador sobre Majaelrayo y el Pico Ocejón
En mi plan original, no tenía pensado desviarme para ir a Majaelrayo, pero llegué al cruce que ya me encaminaba hacia el refugio bastante temprano y con fuerzas para hacer unos kilómetros extras.
En este pueblo, a diferencia de los anteriores, encontré un bar abierto pese a ser jueves. Es algo más grande y según me comentaron, los fines de semana es un destino muy popular al estar situado junto al comienzo de la ruta al Pico Ocejón.
Majaelrayo no me causó una gran impresión, me pareció menos auténtico que los anteriores. Tras tomar un refresco y ojear el Komoot, vi que había una pista por la que podía volver al cruce en el que me había desviado sin repetir el camino por el que llegué. A pesar de tener un poco más de desnivel me decidí a probar suerte sin imaginarme el regalo que encontraría en su punto más alto.
Mi enhorabuena por el buen gusto que tuvo quien decidiera colocar estos dos asientos en este lugar. Es por encontrar y disfrutar de lugares como este, que me encanta viajar en bicicleta.
Subida final hasta el refugio
Los últimos kilómetros guardan la subida más dura del día, conforme ascendemos y nos alejamos de la civilización el entorno mejora por momentos, volviéndose cada vez más salvaje y adentrándonos así en las montañas. La ruta sigue el curso del río Jaramilla que forma un gran barranco a nuestra izquierda. Cuando parece que ya terminó la subida, comienza un falso llano con varios repechos y bajadas que te harán disfrutar mucho más cuando consigas llegar hasta el refugio.
Refugio Libre Choza de Hijasalvas
Merece la pena llegar con tiempo para disfrutar del atardecer desde este lugar idílico. Pese a estar situado junto a la carretera, no pasó ningún coche en todo el tiempo que estuve ahí, hasta el día siguiente que me marché.
Para que fuera perfecto y poder darle las 5 estrellas a este refugio, le haría falta una fuente. Recuerda recargar agua antes de la última subida en el arroyo que cruza la carretera, pues una vez arriba no querrás volver a bajar a por agua.
Es uno de esos sitios que cuesta creer que existen, donde se puede contemplar la naturaleza en todo su esplendor. El final perfecto para esta primera etapa.
Etapa 2. Refugio de Hijasalvas-Molino de la Vereda
Refugio Libre Choza de Hijasalvas
Los refugios libres, tan bien cuidados como este, son un recurso escaso. Es nuestra responsabilidad mantenerlos. Siempre trata de dejarlo mejor o al menos igual que lo encontraste.
Esta cabaña es uno de esos lugares que al abandonarlo ya sientes cierta nostalgia, seguro en alguna ocasión aprovecharé para volver. No me importaría tener que compartirlo con otros viajeros, pero sí que espero que se conserve como está.
Encontrar agua no será problema
Desde el refugio hasta la siguiente población existe un tramo bastante largo donde no hay ninguna fuente, pero no tendrás problema para encontrar agua, ya que la mayoría de estos arroyos nacen a escasos metros en las cumbres de estas montañas. Es recomendable utilizar algún método de filtrado o purificación para evitar posibles sustos. Yo hace unos años era de los que bebía agua donde fuera, pero una vez te coges un par de cagaleras por esto, te aseguro que llevarás tu filtro a cada ruta que hagas.
Toda subida tiene su recompensa
El día comienza con una larga bajada hasta encontrarse con el río Jaramilla donde tras un cruce tomaremos la pista por la que ascenderemos hasta el punto más alto de la ruta, a más de 1600 m. Son casi 10 kilómetros de subida, pero que se pasan bastante rápidos, pues la pista está en perfecto estado y el bosque por el que serpentea resulta totalmente fascinante. Unos kilómetros antes de llegar al punto más alto, tras una curva cerrada, se abre la vegetación y nos permite contemplar unas vistas increíbles de todo el entorno que nos rodea.
Toca elegir, no se pueden visitar todos los pueblos
Desde que comienza la bajada, varios pueblos se dejan ver desde la misma ruta. Yo acabé eligiendo Colmenar de la Sierra para hacer un descanso a medio día, pues en el Google Maps aparecía que tenía un bar y además no había casi que subir para llegar, por lo que la decisión fue fácil de tomar.
Para variar, el bar estaba cerrado. Solo abre los fines de semana, pero hablando con uno de sus vecinos, me indicó donde encontrar al dueño, quien tras verme llegar no dudó en abrirlo para mi y así poder tomar algo fresco para acompañar la comida de ese día.
Subida corta pero intensa
Tras cruzar el río Jarama, comienza la segunda subida del día, más corta que la de la mañana, pero mucho más intensa. Lo peculiar de esta es que la vegetación va cambiando, pasando de un bosque de pinos a robles en tan solo unos metros. Pese a que el calor apretaba aquella tarde, estos tramos de bosque cerrado, me permitieron poder disfrutar de la subida bajo la sombra de estos increíbles bosques.
Una vez más, al llegar a la parte más alta del collado, al desaparecer los árboles, te permiten por un momento ser consciente del increíble lugar rodeado de montañas en el que estás.
Aún no inventan la máquina para viajar en el tiempo, pero puedes visitar la Vereda
Al entrar en este pueblo te transportas en el tiempo sin quererlo. Además del espectacular lugar en el que se encuentra, situado sobre un saliente rocoso, junto al barranco que forma el arroyo de Vallosera.
Se trata del mejor ejemplo de esta arquitectura tradicional de los pueblos negros. Lo que lo hace especial es que sus calles mantienen su diseño primitivo y los coches no pueden circular por ellas. Y es que hasta hace unos pocos años ni siquiera había caminos para poder llegar hasta aquí. Hasta entonces se seguían utilizando los senderos, transportando todo lo necesario mediante animales de carga. Por lo que nunca tuvieron que construir calles ni aceras para adaptarse a los coches.
La Vereda guarda una historia muy curiosa a la vez que trágica. Los actuales vecinos que encontré aquella tarde me contaron que en los años 70, las últimas familias que lo habitaron fueron obligadas a abandonarlo, quedando completamente deshabitado. Y es desde hace algunos años que este pueblo está volviendo a resurgir de las ruinas con nuevos pobladores. Para no extenderme mucho más en la fascinante historia de este lugar, os dejo para quien quiera saber más sobre el tema, una publicación de un blog que he encontrado, donde se narra la historia de la Vereda.
Las aparencias engañen
Hablando con los vecinos de la Vereda, les comenté que a unos pocos kilómetros el Google me marcaba que había un refugio en donde pensaba pasar la noche. Me extrañó que no lo conocieran. Sin embargo, cuando llegué hasta el lugar lo comprendí, pese a que desde la vista de satélite se viera una construcción, el estado de esta cabaña de madera no invitaba demasiado a pernoctar en ella. Además, junto a la cabaña había más de 10 colmenas de abejas en plena producción, por lo que tuve que ir a un área recreativa que me recomendaron.
Etapa 3. Molino de la Vereda-Tamajón
Pon una hamaca en tus alforjas
No llevaba tienda para acampar en este viaje, confiado en los refugios que tenía planeados, pero la hamaca desde hace un tiempo siempre viaja conmigo. Al igual que este quemador de alcohol y la comida deshidratada, estos dos elementos te permiten ser autosuficiente, utilizando el mínimo espacio en tus alforjas. Convirtiendo así cualquier lugar, en el sitio ideal donde pasar la noche.
Esta área recreativa está situada junto al molino del pueblo de la Vereda, junto al río al fondo del barranco, un sitio genial pero también el paraíso de los mosquitos. Aunque puestos a elegir entre las abejas y los mosquitos me quedo con los segundos.
Empezar el día pedaleando por un sitio así no tiene precio
Salir de aquel barranco no fue fácil, os recomiendo guardar un buen desayuno para este último día, que pese a ser una etapa corta guarda bastantes sorpresas.
Otra subida más por una pista de ensueño, rodeado de bosques y montañas. Por dura que sea el ascenso, empezar el día pedaleando por un entorno como este, no tiene precio.
Pantano del Vado
Al igual que tantos otros pantanos en España, este bajo sus aguas guarda los restos del pueblo que le da nombre. El pantano recoge las aguas de todos los arroyos y riachuelos que cruzamos días atrás. Tras pasar la presa, forma el cauce del río Jarama.
Por suerte ese día como podréis comprobar en las fotos, no llevaba demasiada agua en su cauce. Si queréis evitar tener que cruzar el río más adelante, desde la misma presa, sale una carretera que va directamente hasta Tamajón donde finaliza esta última etapa.
A veces los puentes desaparecen
En el mapa de Komoot, indicaba que había un puente en este punto, por lo que bajé hasta el río confiado de poder cruzarlo sin problema. Pero para mi sorpresa este había desaparecido, luego hablando con algunos senderistas me comentaron que hace unos años una riada se llevó las maderas que permitían cruzarlo.
Por lo que tras evaluar la situación y elegir el mejor punto para cruzar, tocó quitarse las zapatillas y tras hacer un primer viaje con las alforjas para aligerar peso, pasar en un segundo viaje con la bici. Había un buen motivo como podréis ver en las siguientes fotografías, para cruzar el río por este punto.
Con la corriente que llevaba el río aquel día no fue demasiado peligroso, pero de cada uno depende asumir y tomar el riesgo que conlleva este paso.
Ruinas del monasterio de Bonaval
A tan solo unos metros del río, están las ruinas de un monasterio de estilo románico construido en el Siglo XII. Este ha estado casi dos siglos abandonado, pero desde hace unos años se iniciaron unas obras para su restauración y conservación. Hay visitas guiadas los viernes y fines de semana en Verano. Yo pude aprovechar el hueco entre dos de estos grupos organizados para colarme y explorarlo por mi cuenta.
Para acabar con buen sabor de boca en Tamajón
Si os quedáis con ganas de más, cerca de Tamajón hay una pequeña laguna con un área recreativa, ideal para echar la siesta tras el homenaje en el bar.
Y también es bastante recomendable dar un paseo por la zona de la ciudad encantada, una zona con singulares formaciones calcáreas. Yo no pude resistirme el primer día dar una vuelta por sus senderos, pero esta también puede ser una buena opción para completar la tarde del último día.
Los últimos kilómetros hasta Tamajón son todo subida desde el río, pero esta vez tenía la motivación de que seguro encontraría un bar abierto esperándome. Es que la comida deshidratada para sobrevivir unos días está muy bien pero ya apetecía comida de verdad.
El nombre del bar El Frenazo además invitaba a eso mismo, frenar y así poder acabar la ruta con un buen homenaje.
La bicicleta ideal para esta ruta
La ruta está diseñada para realizarse en bicicleta de montaña, considerando siempre que es posible tomar caminos y pistas. En algunos tramos no existe alternativa y tendremos que ir por caminos asfaltados o carreteras secundarias, eso sí todas estas con apenas tráfico.
A excepción de un par de tramos de sendero estrecho más técnicos durante el primer día, el resto se podría realizar sin ningún problema con una bici gravel.
Es importante ser auto suficiente para poder reparar cualquier avería mecánica, pues no existe ningún punto donde poder solucionarlo, además de lo ya comentado respecto a la comida y el agua.
Otra peculiaridad de la ruta es que la mayoría del tiempo apenas encontraréis cobertura en el teléfono, por lo que no olvides descargar el track en Komoot para poder seguirlo mediante el GPS. Esto sin duda te permitirá desconectar del mundo y de verdad conectar con la ruta y el entorno.
Mejor época del año para realizar la ruta
Yo realicé la ruta a mediados de mayo con la primavera en todo su esplendor, disfrutando de los primeros días de calor. Pero no me habría importado realizarla un mes antes, con algo mas de frío, para haber podido ver en las partes más altas las últimas nieves de la temporada.
En otoño también puede ser una época genial, con el contraste de las zonas de árboles caducos y perennes de todos los bosques.
Desaconsejaría realizar la ruta en pleno verano o invierno por las temperaturas extremas que puede haber.
Los locos abren caminos, que más tarde recorren los sabios. – Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes
Fotografía Miguel García
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