Un taller comunitario es mucho más que un espacio lleno de herramientas y bicicletas destartaladas. Es un lugar en el que puedes aprender mucho más que a reparar tu bicicleta y usar las herramientas. A continuación te comparto 5 cosas invaluables que he aprendido.
Siempre me gustaron las herramientas. Me encantaba ver esa caja azul de metal llena de pinzas, desarmadores, llaves, tornillos y otras cosas que no tenía idea de qué eran, pero, ah, qué bonitas se veían y ¡qué chido se sentía agarrar una!
Las admiraba en secreto, no porque mis padres me negaran el acceso a ellas, sino, porque en una sociedad sexista en la que, como mujer, estás “destinada” a ciertos roles, las herramientas simplemente no figuran dentro de la lista de cosas a las que una deba aspirar.
Era algo no dicho, tal vez, no escrito, pero todo lo gritaba (y lo sigue gritando); los comerciales en rosa para las niñas, los bebés, las comiditas y la casita para ellas. Los carritos, las herramientas y las aventuras en la selva para ellos.
Qué aburrido ser niña, ¿no? Todo el tiempo en casa, haciendo de comer para mis ositos de peluche y ¡ni siquiera puedo tocar las herramientas! ¿Y si se me descompone algo en mi hermosa cocinita combo?
Mucho tiempo después, ya pasado mi primer cuarto de siglo, aún seguía con la espinita, así que empecé a hacer algo al respecto. No tenía trabajo, estaba viviendo en una ciudad conflictiva del norte del país, mi ciudad natal, y como casi muero en un par de ocasiones (granadas, coches bomba y así, nada grave) pensé que era momento de saldar cuentas con mi pequeñita interior, que siempre había querido aprender mecánica…antes de que cualquier cosa pasara, porque: #DañoColateral #YOLO
Fue la misma razón la que me hizo mudarme a Guadalajara, encontrar trabajo y comprar una bici usada que aunque tenía algunas fallas, decidí que aprendería como fuese.
Paradójicamente y sin buscarlo, unas semanas después de comprar la bici, caí a un hermoso lugar: Casa Ciclista. Llegué ahí porque me dijeron que podía arreglar mi bici dejando sólo una cooperación voluntaria, y que la banda de la comunidad me enseñaría cómo meterle mano.
Gracias a Casa Ciclista, el taller comunitario Rila Libre y a toda la gente que he conocido, he logrado aprender muchísimo, y en éste primer texto quiero compartirlo contigo.
5 Cosas que he aprendido en un taller comunitario de bicicletas
1. Mecánica
Desde lo básico, como parchar una cámara, enrayar un aro o usar el extractor de masas indicado. Todo lo he aprendido en el taller. Lo genial de estar ahí, es que los conocimientos fluyen libremente, se comparten y siempre hay alguien que está feliz de ayudarte y verte progresar sin importar tu género o identidad sexual. Todo el mundo es bienvenido.
2. A generar comunidad
Mi idea de comunidad era muy distinta antes de conocer el taller y su gente. He aprendido que hacer comunidad abarca demasiado – es abrir las puertas de un lugar para compartir lo que cada quien sabe, crear y habitar un espacio construido con el esfuerzo de todas y todos. Es prender una lucecita en el barrio y que el vecino que siempre anda en carro o la doña que tiene un perrito escandaloso, se interesen y se sientan parte de éste. Es crear redes, cooperar y ayudarse mutuamente.
3. A trabajar y construir en comunidad
Pero no cualquier trabajo. Estar en un taller comunitario, significa trabajar desde abajo, desde la base, con la gente de la comunidad ir construyendo, aprender mecánica ensuciándose las manos, pero también, ir deconstruyendo prejuicios y aprendiendo de las y los demás.
4. Otro estilo de vida
He podido conocer y aprender de gente de todo el mundo que viaja sobre su bici, ya que Casa Ciclista recibe cicloturistas de todo el Planeta. Hay quienes vienen desde Alaska, Tierra de Fuego, quienes están cruzando México, quienes llevan años rodando por el mundo. Escuchar de boca de cicloturistas sus aventuras, experiencias y su particular forma de ver el mundo, me ha abierto un universo de conocimientos y puesto una nueva meta en la vida.
5. Compartir conocimientos
Lo más gratificante ha sido encontrar un grupo de amigos y amigas inigualable, de quienes he aprendido desde mecánica hasta cómo preparar lácteos veganos. Su increíble empatía, su disposición para ayudar y compartir conmigo sin importar nada, me han hecho una mejor persona y se han convertido en mi otra familia; la que yo elegí.
Por supuesto que el taller comunitario me ha dejado muchísimo más, pero, lo anterior es lo que considero lo más importante.
Si cerca de ti existe algún taller comunitario de bicicletas, te recomiendo ampliamente que vayas, aprendas y hagas comunidad. No te vas a arrepentir.