Los quiero invitar a una experiencia que no se asemeja a ninguna. Lejos de lo que podía esperar y de las imágenes que había visto en referencia a estos lugares, me encuentro con las provincias del norte argentino Jujuy, Catamarca y La Rioja que regalan postales deslumbrantes, colores y paisajes únicos. La Puna argentina, mística, encantadora y silenciosa. Panorama apropiado para cualquier historia de aventura, volcanes, salares manantiales, grabaron en mí, el silencio que solo la naturaleza en su máximo esplendor ofrece.
Ruta de la Puna argentina – bikepacking de altura
Esta experiencia comienza a 167 km de la capital salteña, partí desde San Antonio de los Cobres, a 3775 msnm, localidad cabecera del departamento de Los Andes, provincia de Salta. Este pueblo situado entre montañas posee durante todo el año un clima ventoso y muy frío, sus temperaturas extremas oscilan entre los 20 °C durante el día y -25 °C en las frías noches de invierno.
San Antonio cuenta con todo lo necesario para hacer amena nuestra estadía, hoteles, hostels, restaurantes, despensas y un hospital, es común ver algún visitante en la puerta del mismo siendo atendido con un poco de oxígeno.
Aproveché mis días aquí para conocer un poco acerca del pueblo, su gente, aclimatarme y aprovisionarme. De todas formas si nos faltara algo, en los pequeños pueblos de la Puna podríamos conseguirlo, aunque la oferta y la variedad de productos es mucho menor.
Como en la mayoría de los pueblos norteños su principal actividad económica es la minería, a la que se dedican gran parte de los hombres. Las mujeres artesanas ofrecen sus clásicos tejidos como ruanas, mantas y gorros. El turismo, la agricultura de quinoa y papa y la ganadería de ovinos y caprinos también son fuente de ingreso de las familias.
Si hablamos de turismo no podemos dejar de mencionar una reconocida propuesta, la fusión entre la tierra y cielo, el Tren a las Nubes. Esta formación tiene un recorrido de 21 km (entre ida y vuelta) a 4200 msnm donde se atraviesa la obra más importante de ingeniería del siglo pasado, el viaducto La Polvorilla, uno de los puentes y tramos ferroviarios más altos del mundo.
San Antonio de los Cobres a Olacapato Grande – 60 km
Comienza esta aventura y con ello mi primer destino. Me sumergí de pleno en la Puna para visitar Olacapato Grande, el pueblo a mayor altura de Argentina 4090 msnm ¡Nada mal para el primer día de pedaleo! Para ello hay que recorrer unos 60 km sobre la ruta nacional 51 que nos conecta con Chile por el Paso Internacional Sico.
Los primeros 28 km desde San Antonio fueron destinados a llegar a mi primer Abra (paso de montaña o portillo), el Abra del Alto Chorrillo a 4560 msnm. En este tramo nos daremos una idea de lo que se avecina, el terreno es por momentos bueno, pero por otros el tránsito de 4×4 y algunos camiones destrozan parte del mismo, creando “serruchos” o pequeños montículos de arena que dificultan el andar. Debemos prepararnos porque prácticamente todo el recorrido hasta Fiambalá puede encontrarse más o menos consolidado dependiendo del mantenimiento que haya tenido durante el año.
El viento me golpeaba de frente y esto hizo que mi llegada a Olacapato Grande fuera un poco más duro de lo que pensaba. Este pueblo se encuentra a la vera del Ferrocarril General Belgrano, formación que conserva un pequeño trayecto y un mínimo uso para la actividad minera de extracción de litio. Es imposible pasar por alto en el paisaje, el contraste de cientos de paneles en una llanura interminable, el Parque Solar Fotovoltaico Altiplano a un lado del pueblo es el segundo parque de energía solar más grande del país.
Aquí hay varios lugares donde se puede pasar la noche, en mi caso un hospedaje, los cuales son muy comunes porque alojan a los trabajadores mineros. También encontramos comedores donde nos ofrecen el servicio de almuerzo, cena y desayuno. El pueblo dispone de un punto de wifi que nos proporciona conexión gratuita.
Olacapato Grande a Pocitos – 47 km
En la mañana continúo por la ruta nacional 51, a tan solo 8 km encuentro un caserío completamente abandonado, Chauchari, allí el camino se divide en dos, dirección Pocitos o Paso Internacional Sico, Chile. Continué por la RP-27 que me llevaba al primer salar, de todas formas el lugar está muy bien señalizado.
Aproveche los pocos kilómetros de la jornada para detenerme, estirar las piernas, preparar un café y luego recorrí los últimos 40 km hasta Pocito ubicado a 3684 msnm. Sin mayores dificultades, me empezaba a acostumbrar a los “serruchos” del camino.
En este pueblo residen algo más de 30 familias cuenta con una Posta Sanitaria, colegio, hospedajes, panadería, dos comedores y otra desolada estación de trenes.
Pocitos forma parte de la Reserva de Fauna Silvestre Los Andes que cuenta con el propósito de preservar la fauna amenazada de la región y su hábitat, especialmente la vicuña, especie vulnerable a causa de la caza furtiva y las técnicas de manejo destructivas de los hombres.
Conocí a Romualdo, un hombre nacido en la zona y muy comprometido en la lucha contra las mineras. Me ofreció hospedarme en su humilde casa, la hospitalidad es una característica especial de las personas que viven en zonas rurales y le dan a esta experiencia un mayor valor.
Salar de Pocitos a Tolar Grande – 83 km
Les aconsejo a quienes quieran rodar por estas zonas madrugar. Los vientos suelen soplar fuertemente. Luego del mediodía, llegan a superar los 75 kilómetros por hora. Sin dudas la mejor idea es levantarse temprano, pero debemos tener en cuenta que a primera hora en los meses de primavera, las temperaturas pueden descender a 8 grados y este día no fue la excepción. El frío hace indispensable llevar un par de guantes y al menos unos cuellos (buff).
Pocitos se encuentra ubicado prácticamente a un lado del salar, así que al salir, en los primeros metros transité sobre él. Recordaba las últimas palabras de Romualdo, suerte en la “recta de la paciencia”. Comenzaba mi primer kilómetro en línea recta de los 24 km restantes. La mitad sobre un terreno tan compacto como el asfalto, debido a que periódicamente camiones con agua riegan el camino del salar.
Luego de este extenso camino, empezaba un leve ascenso por el laberinto geológico de Los Colorados, un paisaje casi irreal compuesto por pequeños montes de piedra arcillosa de un rojo intenso. Zigzagueo los montes hasta llegar al Desierto del Diablo donde me asombro y me veo sobre un planeta rojo. Pedaleaba y sonreía asombrado por este gran espectáculo natural. Como si fuera poco delante de mí las Siete Curvas terminaba por dejarme atónico.
Empezaba el descenso, me quedaban solo 20 km hasta Tolar Grande, con tantas atracciones para disfrutar, el día se había hecho largo y por momentos interminable. La arena me obligó a caminar algunas veces.
Solo 6 km antes de llegar a Tolar, sobre mi derecha un cartel anunciaba mi próxima visita: Ojos de Mar. Me recomendaron que recorriera estas tres pequeñas lagunas por la mañana debido a que cambia de color dependiendo los rayos de sol. Llegué pasadas las tres de la tarde, el fuerte reflejo del sol y las altas temperaturas, teniendo en cuenta que no hay donde refugiarse, hicieron que fuera imposible disfrutarlas.
En éste punto un grupo de montañistas asombrados por esta proeza me obsequiaron algunos alimentos, de igual modo, aunque el pueblo es muy pequeño, podemos abastecernos de lo necesario, encontramos despensa, panadería, posta sanitaria, hospedajes, cajero automático y destacamento policial, donde me ofrecieron una habitación y una ducha caliente.
Alguna de las propuestas elegidas por los aventureros es la excursión al volcán Socompa 6051 msnm y el famoso Llullaillaco a 6723 msnm, donde en 1999 una expedición de National Geographic halló los cuerpos de 3 niños momificados, sacrificados por los incas, conservados por más de 500 años. Hoy las momias están expuestas en el Museo de Alta Montaña de Salta.
Tolar Grande a Cono de Arita – 73 km
Por delante un día que venía esperando hace mucho tiempo, uno de los destinos más esperados, el Cono de Arita. Recorridos los primeros 6 km me encontraba sobre la planicie del Salar de Arizaro, el más grande de Argentina y el tercero del mundo, después del de Uyuni en Bolivia, y el de Atacama en Chile. Un camino prácticamente recto con algunas curvas, sobre el horizonte había algo que llamaba la atención de cualquiera: el Volcán Llullaillaco visiblemente sobresalía entre toda la cadena montañosa. Los siguientes 50 km hasta el Cono fueron sobre el terreno más firme de toda la travesía. La única dificultad fue el fuerte viento que comenzaba soplar antes de lo esperado.
El Cono de Arita, su nombre en aymara significa filoso o punzante, es un pequeño volcán que nunca erupcionó. Constituyó un lugar sagrado para las civilizaciones preincaicas. Esta geoforma casi perfecta en forma de pirámides, tiene 200 metros de altura y 800 de diámetro. Es uno de los puntos más elegidos por los turistas que llegan a Salta.
La preocupación por el agua nunca fue demasiada, en cada pueblo me abastecí de 6 litro, lo suficiente para hidratarse. Durante la planificación de las etapas del viaje, los pueblos eran los espacios para el aseo y la preparación de los alimentos, teniendo en cuenta que en los trayectos no hay posibilidad de encontrar agua. A 4 km del cono en un campamento minero, luego de tomar unas fotos me ofrecieron dormir en un contenedor, dispuesto como comedor. Gentilmente, me obsequiaron una bandeja de comida y fruta. El lugar increíblemente también contaba con internet.
Cono de Arita a Antofalla – 81 km
Al salir, con los primeros rayos de luz se veía contorneada la silueta del Cono. Por delante un trayecto casi nada transitado. Fui dejando poco a poco el Salar de Arizaro, la pendiente ascendía suavemente, no era muy pronunciada, pero en la Puna las dimensiones se perciben más amplias.
En la soledad y la quietud cualquier ser vivo se hace más visible. La fauna se me presentaba tímida y amigablemente. Los animales más representativos que vi fueron vicuñas, guanacos, su variedad doméstica, la llama y una especie en extinción el Avestruz Andino o Suri.
Un par de horas más tarde el camino comenzaba a bajar zigzagueando. Sabía que estaba cerca y luego en unos minutos sucede la magia. Una mancha verde en medio de un paisaje desolado llama mi atención. Antofallita me esperaba, este pequeño oasis es el límite entre las provincias de Salta y Catamarca. Aquí existen solo dos viviendas, una de ellas el hogar Doña Carina que me recibió mientras amasaba el pan para cocinar en su horno de barro.
Aprovecho para descansar en la sombra de dos sauces, Disfruto de la vega y observó las plantaciones de habas, maíz, girasoles y algunos frutales, fundamentales para la vida y desarrollo en este lugar. Sin embargo, este insólito paraje no cuenta con luz, pero si fuera necesario cuenta con una radio que funciona con energía solar.
El trayecto que venía recorriendo el camino estaba bastante marcado, solo se trataba de bordear la planicie del Salar de Antofalla por 40 km. Aproveché para tomar algunos atajos, huellas que dejan los pocos vehículos sobre el mismo salar. Las horas pasaron y como era de suponer en cada una de esas horas el viento sopló con más fuerza haciendo que mi llegada al pueblo fuera bastante tarde.
Entrado a Antofalla me llama la atención el ruido de un generador a combustible que abastece de electricidad al pueblo, solo por las tardes hasta la medianoche. Aquí hay escuela, comedor, dos pequeños almacenes, internet, hospedajes y un puesto de salud, otro lugar perfecto para pasar la noche. Tuve la suerte de encontrarme con Rosa y conocer a su familia, ellos muy amablemente me ofrecieron un cuarto donde descansar.
Antofalla a Antofagasta de la Sierra – 87 km
¡EL día más duro! Los números pueden exponer lo que digo, ascendí 1300 metros en solo 20 km, para llegar a Portezuelo de Calalaste a 4635 msnm. Uno de mis mayores retos en toda esta aventura. Para subir el portezuelo mi estrategia fue distribuirlo en dos etapas. Los primeros 18 km pedalee o al menos traté de lograrlo, la pendiente era muy pronunciada, para ello cargue solamente el agua necesaria, sabía que al finalizar me encontraría con la Vega Los Colorados y me podría abastecer con agua allí. Al llegar almorcé descansé, para concluir con los 10 km de la segunda etapa.
El cansancio acumulado durante la jornada y los días previos hicieron que me tomara un par de horas culminar los últimos kilómetros. A medida que fui trepando pude observar claramente como la vegetación del lugar iba disminuyendo hasta desaparecer. Arriba me esperaba un viento que me azotaba sin descanso y una apacheta, montículo de piedras colocadas en forma cónica unas sobre otras, que es un espacio de ofrenda realizada por los pueblos indígenas de Los Andes a la Pachamama (madre tierra).
El camino de bajada hacia Antofagasta de la Sierra fueron unos 48 km. Con la luz del atardecer fueron apareciendo colores que hacían que la flora del lugar tomará un brillo especial y desde la mitad del camino en el descenso me acompañó un río haciendo que el paisaje tomará más vida.
La larga y dura jornada me había hecho reflexionar sobre la necesidad que tenía de parar por al menos por un par de noches. Mi bici y yo necesitábamos una puesta a punto. Antofagasta de la Sierra (antesala del cielo) es el principal oasis de toda la Puna catamarqueña porque posee grandes alfalfares que nutren a los rebaños ovinos, caprinos o de auquénidos (alpaca y llama). Cabe destacar que en los pueblos andinos el consumo de carne es mayormente de las llamas y alpacas. También pude apreciar verdes álamos y tamarindos que posaban junto a pequeñas quintas de maíz, trigo, papas, habas, quinua y cebollas.
El pueblo cuenta con todas las comodidades que podamos necesitar ¡Hasta cuenta con dos pequeñas gasolineras! Nos ofrece muchas propuestas y es un buen punto de partida para visitar los lugares más bellos de la región, por eso se convierte en un lugar muy turístico y concurrido. En los días que estuve allí visité el volcán Alumbrera y Antofagasta con su laguna homónima, imposibles de pasar desapercibido.
Antofagasta de la Sierra a Campo de Piedra Pómez – 76 km
Con la bici a punto, reluciente y consciente de que duraría muy poco, emprendí mi camino al Campo de Piedra Pómez, un lugar, si pensabas haberlo visto todo te demuestra que estabas equivocado. Los primeros 20 km sobre la ruta provincial 43 no presentaron problema, fueron una oportunidad para rodar sobre asfalto. Si quisiéramos acortar el viaje esta es una buena ocasión, esta carretera es un acceso a las ciudades más pobladas y con mayores servicios de Catamarca.
En el primer cruce a la derecha la arena me conducía nuevamente a lo inhóspito, el volcán Carachi Pampa me esperaba. En el mismo paisaje convergen el tono blanco de la arena de las dunas y el salar, las aguas rojizas de la laguna Carachi Pampa, en la que reposan flamencos rosados y un camino que me guiaba a través de las negras cenizas volcánicas.
Ya con el volcán a mis espaldas y sobre un suelo arenoso poco a poco sobre el horizonte se asomaba el Campo de Piedra Pómez . Ante mí cientos de esculturas naturales hacen que la imaginación comience a jugar buscando parecidos a cada piedra. Este planeta blanco fue uno de mis descubrimientos favoritos, rodaba sobre las piedras, luego me detenía y caminaba. Sentí la sensación de pertenecer a otro mundo.
Me dispuse a dormir al costado de una piedra. Lejos de lo que pudiéramos imaginar, cuesta mucho refugiarse del viento, las piedras al ser erosionadas por el viento no son de mucha ayuda por eso hice vivac. Hubiera sido muy difícil montar la tienda.
Campo de Piedra Pómez a Las Papas – 59 km
A partir de este punto las cosas se complicaron un poco. Desde el Campo de Piedra Pómez salí algo demorado, no quería perderme la oportunidad de tomar algunas fotos con la cálida luz que solo el amanecer nos regala, lo ameritaba, así como tomar el desayuno sin prisas contemplando esta gran obra de la naturaleza.
Me despedía de este lugar pensando si alguna vez volvería a encontrar un sitio tan único como magnífico. Minutos más tarde me encontraba pedaleando sobre la arena y por tramos empujando la bici.
El Gran Arenal asciende hasta unos 4300 msnm, veo arena hasta donde la vista me lo permite. Mis pasos son cada vez más lentos y pesados. Analizo el mapa, mi teléfono me señala que estoy sobre la ruta nacional 34, un tramo inexistente, yo solo veo olas de arena y huellas de camionetas que ayudan señalando mi camino a seguir.
Los siguientes 3 km, antes de llegar al punto más alto, tratar de permanecer sobre la bici fue realmente imposible, tiro de ella. Cada metro que avanzaba era más pesada. Mis zapatillas acumulaban una cantidad de arena impresionante y como si esto fuera poco el viento me daba una buena paliza de frente. Sin lentes hubiera sido muy complicado seguir adelante, los granos de arena golpeaban todo mi cuerpo. Este fue el segundo tramo más duro de la travesía.
Mi descenso por el Camino a Las Papas fue un disfrute. Unos pocos kilómetros de arena y luego el paisaje, se abría el premio por esas horas de retraso que el arenal y sus pocos kilómetros me había robado. De repente los colores empezaban aparecer, un par de cóndores merodeando me vigilaban, las montañas tomaban otras formas y los animales poco a poco aparecían, vacas, llamas, burros y cabras.
También hay que saber cuándo parar. Mi día terminaba, no muy tarde, quería disfrutar de esta pradera, la primera desde mi salida en San Antonio. Monté mi tienda y me dispuse a descansar.
Emprendí camino hacia Punta de Agua, me esperaban más de 1600 metros de descenso por delante. Sabía que este día llegaría y estuve muy pendiente de que durante todo el viaje los frenos no me fallaran para poder disfrutar sin inconvenientes de este momento.
Antes pasaría por Las Papas, un pequeño pueblo que tiene poco más de 80 habitantes. Aquí había una escuela primaria, una posta sanitaria, una pequeña capilla, internet y como Antofallita tiene un generador a combustible que funciona algo más de 6 horas en la tarde noche. Llegar a este lugar representaba haber descendido hasta los 2.678 msnm y con ello el fin de mi travesía por la Puna. Ya podía ver y sentir que el paisaje no era el mismo, todo empezaba a tomar otro color y yo me sentía diferente, poco a poco la mochila que carga emociones se va tornando más liviana.
Las Papas a Fiambalá – 93 km
Recuerdo que cuando me marché de Las Papas, Dylan, un niño que había conocido, me dijo “tendrás que cruzar muchas veces el río” luego antes de pasar por la última casa del pueblo al verme una vecina me advierte lo mismo. En solo 25 km tuve que vadear más de 70 veces el Río Grande aunque no me trajo mayores dificultades.
En épocas de lluvias desde fines de diciembre hasta marzo a veces se hace imposible tomar este camino por el río al pueblo, baja mucha agua y las correntadas pueden ser muy fuertes y arrastrar piedras de gran tamaño.
Finalmente, llegué a Punta de Agua, el pueblo que sin duda me hizo volver a realidad o nunca mejor dicho a este mundo. Volví a ver los primeros vehículos familiares, algo que llamó mucho mi atención, seguido de esto unas motos de baja cilindradas conducidas por jóvenes y algo de música me pronosticaban luego de 800 km el final de la travesía.
Una vez más luego de permanecer un rato en puerta la de la “municipalidad” aprovechando la conexión a internet soy nuevamente sorprendido por la hospitalidad de sus residentes y termino durmiendo bajo un techo con la cena servida.
En mi última jornada desperté con sentimientos encontrados. Feliz de concluir una de las travesías más bellas que he podido realizar y triste justamente por lo mismo. Quedaban solamente 60 km para mi llegada a Fiambalá, el destino final, pero primero, a 10 km llegaba a Palo Blanco. La necesidad de nombrar este pueblo se debe a que aquí es donde mi viaje tuvo un antes y un después.
Sentí que al terminar el ripio y el polvo, llegaba el fin. Los 50 km restantes por asfalto me llevan de regreso a la realidad. Cada vez más, pienso y sostengo que las verdaderas aventuras son aquellas que me llenan de polvo, me marcan la piel y me proporcionan aires de libertad, son aquellos momentos en que el viento me golpea y la sonrisa no se desdibuja.
El mal de altura
El mal de altura, técnicamente llamado mal agudo de montaña (MAM), agrupa los trastornos relacionados con estancias en áreas de gran altitud sobre el nivel del mar, en este caso la Puna. Algunos síntomas pueden ser:
- Dolor de cabeza punzante.
- Mareos
- Fatiga, debilidad
- Poco apetito
- Náuseas y vómitos
- Trastornos en el sueño
- Pulso acelerado
Aclimatación
Llamamos aclimatación al proceso por el cual un organismo se adapta fisiológicamente a los cambios en su medio ambiente. El cuerpo humano empieza a generar cambios a partir de los 2.500 m por eso no sería extraño que en los primeros días, en el caso que empezaramos la travesía en San Antonio de los cobres a 3775 msnm nos sentimos con algún dolor de cabeza y/o algo más cansados de lo habitual.
Aunque cada caso es diferente, sería conveniente pasar al menos tres días en el pueblo, en lo posible haciendo alguna actividad física, como visitas a los alrededores y si fuera posible ascender unos 400 metros para luego volver a pernoctar en el mismo lugar.
Consejos útiles para recorrer la Puna
- Mantén una buena hidratación, tendrías que beber más de 4 litros al día.
- Trata de consumir bastantes carbohidratos, nada de alimentos pesados, evita las grasas.
- Duerme algo más bajo que la altitud alcanzada en la actividad.
- Cuida el ritmo que llevas, los movimientos bruscos perjudican, procura no viajar demasiado pesado, lo mejor es ir a un paso lento pero constante.
- Cada cuerpo es diferente, escucha el tuyo, ya que cada persona puede llevar un proceso distinto.
Datos de interés
- La mejor manera de realizar esta travesía o parte de ella sería pernoctando en cada pueblo, ya que con esto nos aseguramos un buen lugar donde descansar, refugiados del viento y nos ahorramos cargar con tanta agua.
- Los mejores meses para recorrer la Puna; octubre, noviembre y diciembre. En verano las fuertes tormentas pueden traer muchas precipitaciones y una intensa actividad eléctrica, un lugar nada seguro.
- Recuerda que es un clima muy seco y con el fuerte viento la piel se escama, las fosas nasales se resecan, es necesario cargar con crema hidratante, bálsamo labial y nasal
- ¡No te olvides de una gorra, un rompevientos y una gafas de sol!
- No estamos solos. Seguramente cada día nos encontremos al menos con algún residente o turistas, cualquier incidente que tengamos podremos solucionarlo.
Fotografía Gonzalo Zamorano
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