Cantabria es la tierra de pasiegos, de sobaos, de mar y de montaña. Y, es que, Cantabria es infinita, como asegura su eslogan. En estos tiempos tan inciertos, refugiarse en caminos menos transitados, alejarse de las masas y buscar asilo en algo tan simple como una bicicleta cargada con lo básico para rodearse de naturaleza y ganado paciendo tranquilo, suena como la mejor opción.
Arropada al oeste por Asturias y el macizo oriental de los majestuosos Picos de Europa, al este por el País Vasco y al sur por Castilla y León, esta comunidad autónoma es una de las más pequeñas de España, pero no por ello, menos mágica.
Descubriendo las maravillas de Cantabria
La primera vez que miré de forma detenida el mapa de la región me sorprendió desconocer muchas de las reservas y rincones que, aunque estaban cerca, nunca había llegado a explorar. Posiblemente la trampa en la que caemos muchos; de recorrer lugares lejanos y olvidarse de lo que tenemos en el patio de casa. Y así es cómo mi amigo Brad y yo entramos en la tierra de los pasiegos a finales de julio, después de descubrir Asturias en el que fue nuestro recorrido por el norte de España.
Las ganas de descubrir los rincones más remotos de la Cantabria infinita nos abrieron ruta por lugares que atraviesan el parque natural Saja-Besaya, el pueblo de Tudanca, el embalse del Ebro o la salvaje Vega de Pás, entre otros rincones.
Rutas para descubrir Cantabria en bicicleta
1. Valle de Liébana: Fuente Dé a Cabañes
- Distancia: 33 km
- Elevación ganada: 450 m
- Elevación perdida: 1,020 m
- Duración: 2 horas en ruta además de lo que te entretengas en los pueblitos.
- Visitas obligadas: Cabaña Verónica, Espinama, Potes, Desfiladero de la Hermida
- Lugares para comer y dormir: Camping El Redondo Picos de Europa, el único camping de Fuente Dé. Para comer el restaurante Vicente Campo en Espinama es lo mejor de la zona.
*Importante recalcar que, si se quiere subir andando a Cabaña Verónica, se necesitaría un día más al completo.
Bajar a Fuente Dé significaba entrar en Cantabria. Nosotros, que veníamos de Asturias y de recorrer el macizo central de los Picos de Europa, veníamos hambrientos y cansados. A pesar de eso, veníamos con esa sonrisa en la cara que es difícil de explicar a alguien que nunca haya sentido la libertad y la plenitud que te brinda la bicicleta.
La separación entre ambas comunidades autónomas estaba fijada en un paso canadiense y un balcón con vistas al macizo oriental, ¡podíamos divisar Fuente Dé a lo lejos! El paisaje verde frondoso de latitud baja contrastaba con el rocoso de las alturas y, nosotros trazábamos ruta para los siguientes días en el aire.
Fuente Dé es algo así como un parking, un teleférico, un camping y montaña, pura montaña. De aquí que el valle y la propia carretera terminen allí mismo. Nosotros, que caímos en el pueblo de Espinama, tuvimos que subir un pequeño puerto hasta Fuente Dé bajo un sol incesante y unas piernas a las que les costaba pedalear. Nada que no pueda arreglar un descanso después de un rico cocido liebanés, típico de la zona, frente a tales vistas.
En este lado de los Picos se encuentra el refugio más alto (2,325 msnm) del parque nacional, Cabaña Verónica, así que decidimos llamar a un amigo que vivía cerca y compartir aventura juntos.
Al día siguiente, antes del amanecer, comenzamos a planear nuestra ruta rumbo Cabañes. Como es normal en este tipo de viajes, los imprevistos son parte del camino y permiten que conozcas las zonas mucho más en profundidad.
Con el cuerpo descansado, las primeras luces del amanecer, los pájaros cantando y la chaqueta puesta salimos con las bicicletas cargadas de nuevo. Decidimos que pararíamos más adelante a desayunar bien y que, por el momento, aguantábamos con unos frutos secos.
Lo cierto es que el valle de Liébana era totalmente desconocido para ambos y las ganas de descubrirlo se hacían más fuertes en cada pedalada. Además, si tienes una mountain bike y quieres disfrutar de un poco de adrenalina, entre Espinama y Cosgaya se puede ir bordeando el río por un single track frondoso al otro lado de la carretera de asfalto. Nosotros fuimos alternando uno con otro, y disfrutando de lo que te da un tipo de terreno y otro.
El Valle de Liébana es una de las zonas más aisladas de la región de Cantabria. Esto se siente al atravesar todos esos pueblitos con encanto que algún día fueron habitados por familias que se dedicaban exclusivamente al campo. Verdes prados, casas de piedra adornadas con flores de colores y montañas a cada lado. Es imposible no detenerse cada pocos kilómetros a hablar con los lugareños o parar a disfrutar del paisaje y el silencio.
Mientras pienso que no es una ruta exigente a nivel físico, que te permite gozar de las bajadas y sufrir poco las subidas, llegamos a Potes en día de mercado. Aprovechamos para abasteceros de sobaos, torta de azúcar y mermelada casera para el desayuno.
Se agradece hacer una parada en el casco antiguo frente a un bonito escenario en el que confluyen cuatro valles y dos puentes medievales. Siempre me gusta imaginar cómo los valles tan alejados de grandes civilizaciones y castigados por el clima durante tantos meses, pudieron construir unas tradiciones tan arraigadas y me pierdo en mis pensamientos ¡Tanto que me es difícil arrancar de nuevo!
Sin embargo, la ruta continua hacia el norte, siguiendo el río Deva hasta Cabañes y el increíble desfiladero de La Hermida, el mayor en longitud de todo el país y grandes paredes de roca verticales de hasta 600 metros. Tiempo para disfrutar, mucho, mucho.
2. Circuito Parque Natural de Saja-Besaya
- Distancia: 67.3 km
- Elevación ganada: 2,280 m
- Elevación perdida: 2,280 m
- Duración: 2 días
- Visitas obligadas: los hayedos podrían ser el atractivo más destacado de esta ruta además del pueblo de Tudanca. También nos podemos desviar para visitar el centro de interpretación Saja- Besaya.
- Lugares para comer y dormir: aconsejo llevar el material necesario para acampar y comer. Es una zona muy solitaria en donde reina la naturaleza.
Antes de comenzar a cruzar el norte de España pedí recomendaciones, algún rincón escondido o algo en concreto que destacar en las regiones que íbamos a pedalear. No suelo planear las rutas demasiado, sin embargo, esta vez mereció la pena tener el Saja-Besaya como referencia a la hora de atravesar Cantabria.
Viniendo del valle de Liébana, llegamos al pueblo de Tudanca, famoso tener su propia raza de vacas, descendiendo por el paso de montaña que se refugia bajo el embalse de la Cohilla. Un paso ubicado en el Cañón Bejo, angosto e ideal para sentirse una miniatura ante tal ‘obra’ humana. Pero, lo mejor aún estaba por llegar y, no lo sabíamos.
Lo que teníamos claro es que no queríamos llegar al corazón del Saja-Besaya por carretera. Queríamos ponernos a prueba y vagar por los desniveles de una ruta que habíamos diseñado en Komoot los días anteriores. Y, ¡qué ruta!
Cuando llegamos a Tudanca era media tarde y una tormenta de verano se acercaba, así que decidimos plantar campamento bajo el techo del pórtico de la iglesia. Con la adrenalina que habíamos contenido del día anterior y las botellas cargadas de agua, aprovechamos a madrugar e ir explorando el pueblo y las vistas a medida que íbamos sufriendo las primeras cuestas. Era verano y las primeras subidas nos parecían interminables ante un calor que empezaba a azotar fuerte y que traía tábanos en nuestra búsqueda.
Poco a poco íbamos dejando Tudanca a lo lejos. Las praderas y llanos verdes con vacas y caballos paciendo suceden a nuestro alrededor. El olor a brezo y las yeguas galopando con sus crías nos alertan de que no es un lugar demasiado transitado.
Aunque el camino es fácil de intuir, en el tramo del “Sierrón” perdemos la pista y tenemos que comprobar la ruta en Komoot. “Solamente permitido el tránsito de peatones, ciclistas, jinetes y vehículos autorizados”, nos alerta una señal.
“Es una de las grandes ventajas de viajar en bicicleta”, le comento a Brad, y ambos reímos. Una risa que se nos va fácil cuando llegamos a un tramo técnico muy pedregoso que conseguimos sortear dejándonos en lo alto de la Jazona, a 1,140 metros. Desde este punto nos espera un increíble descenso entre hayedos milenarios.
Si voy muy rápida, siento que me estoy perdiendo la magia del lugar así que paro y camino entre el bosque, en sombra. Veo que Brad queda ya a lo lejos, disfrutando como un enano de una merecida bajada.
Después de un rato, con sonrisas de oreja a oreja, nos reencontramos en el trayecto final, a pie de carretera. Nuestros estómagos están hambrientos así que paramos a comer un poco de queso entre pan y pan y sobaos que están ya algo machacados de tanto trote.
El sol sigue apretando fuerte y sabemos que nos queda la parte más dura del circuito, con rampás de 20% como nos lo indica el perfil de Komoot. Afortunadamente, nos encontramos con las primeras personas y hablamos sobre la raza vacuna de Tudanca, de lo bonito del lugar y de qué estamos haciendo por allí. Esto es lo que te permite el ciclismo sin prisa, conocer a fondo un lugar, compartir.
Y así fuimos encarando el cansancio y la dureza de esta parte que, aunque acaba moderándose, toca pasarlo. Una ruta dura y muy recomendable que acaba siguiendo el Camino Real de vuelta a Tudanca bordeando el río en sube y baja. ¡Tiempo para descansar!
3. Vega de Pás: Puerto de Lunada
- Distancia: 41.2 km
- Elevación ganada: 1,810 m
- Elevación perdida: 840 m
- Duración: 1 día
- Visitas obligadas: Vega de Pás y los miradores La Casa del Rey y Covalrruyo en los últimos kilómetros del paso.
- Lugares para comer y dormir: un lugar único para dormir son las Cabañas con Encanto. Para comida local y casera, el restaurante La Vieja Escuela.
Vega de Pás ha estado siempre muy unida a mi familia. Situada en la frontera con el norte de Burgos en Castilla y León, las relaciones entre los lugareños de un lado y de otro de la cordillera siempre fueron estrechas.
Mis abuelos, que vivían al otro lado, solían pasar caminando a la Vega de Pás en busca de ganado o comidas varias para hacer trueques en épocas de posguerra. A los habitantes de la Vega de Pás se les llama pasiegos y vivían en las cabañas de montaña que hay esparcidas por tales laderas. En inviernos tan fríos y nevadas tan impresionantes como las de antes, vivir allí aislado era toda una aventura.
Si bien es verdad que el puerto de Lunada impresiona, lo que más me sigue chocando son las vistas al mar Cantábrico hacia el norte y los Picos de Europa y la montaña palentina hacia el este. La naturaleza hace que te sientas pequeña ante tanta majestuosidad.
Partiendo desde el pueblo Vega de Pás, lleno de tradiciones y con olor a leña, una no se imagina lo que va a vivir por el camino. Una carretera de asfalto en deteriorada por la dureza del clima, la flora y fauna con la que te vas topando a cada lado de la vía hace que la ruta se haga más emocionante.
Para estos meses otoñales, donde la temperatura marcaba 3 grados en el punto más alto a 1,320 metros, ir abrigado y con guantes es algo muy recomendable. Al igual que cargar agua y unos sobaos, originales de esta tierra, para los descansos y chutes de energía necesarios.
De esta forma comencé a pedalear por tales laderas divisando buitres, cabañas, cabras y hasta jabalíes que corrían ladera arriba a primera hora de la mañana. Es un puerto muy tranquilo pues pocos coches circulan por él hasta en un día soleado como el que a mí me tocó.
Sin embargo, es el circuito perfecto para quienes nos gusta el desafío a golpe de pedal. Una se topa con bicicletas subiendo y bajando en busca de las sensaciones que este pequeño paraíso esconde con todo el sabor de la Cantabria más genuina.
En los primeros kilómetros remonto el Valle del Miera, todavía con el frío metido en los huesos y luego una de las paredes que cierran el fondo del mismo. Pueblos como Mirones, Linto, San Roque y el barrio de La Concha –el último núcleo habitado de la ruta- conforman una primera parte que promete.
A partir de aquí, los 12 km restantes son mis favoritos. El paisaje empieza a brotar salvaje en un ambiente digno de las Highlands de Escocia. A medida que voy subiendo, la ropa empieza a sobrar y el sol a calentar en el tiempo perfecto para poder visitar los dos miradores que hacen de esta ruta todavía más espectacular. Mar, valle y alta montaña, ¿qué más se puede pedir?
4. Circuito Cabezón de la Sal
- Distancia: 144 km
- Elevación ganada: 2,200 m
- Elevación perdida: 2,200 m
- Duración: 2 días
- Visitas obligadas: Cabezón de la Sal, Reinosa, Puerto de Palombera, Embalse del Ebro.
- Lugares para comer y dormir: las iglesias de la zona sirven de acampada libre y la gente está acostumbrada a ver peregrinos dormir en ellas. Si por el contrario se quiere dormir sobre colchón, hay amplia oferta de casas rurales.
En la llanura del Valle de Cabuérniga se encuentra Cabezón de la Sal, con casas de piedra más propias de la arquitectura de Castilla y con un ambiente perfecto para tenerlo como base de escapada para un fin de semana.
La ruta entre árboles que crean una especie de pasillo a la carretera se va haciendo amena. Cómo estamos solos, vamos tan tranquilos que, sin darnos cuenta, a un lado de la carretera vemos el Saja-Besaya de nuevo para, poco después, terminar coronando el Puerto de Palombera (1,260m) con caballos de montaña como testigos de la hazaña.
Las vistas que nos brinda el paisaje a un lado y a otro del mismo son increíbles. Comentamos entre nosotros las diferencias en la vegetación y orografía y, suponemos, es debido al clima de cada vertiente.
Después de la bajada hasta Reinosa, donde aprovechamos a comer y visitar el supermercado, nos adentramos atónitos al Embalse del Ebro donde tenemos que parar a ponernos el chubasquero. El microclima de esta zona permite que sea un lugar idóneo para amantes del kitesurf y, damos crédito del viento y la lluvia. Tanto que, agotados, decidimos encontrar una iglesia para echar campamento a media tarde.
Y nada pasa por casualidad. Allí conocimos a Noe y su perro Todi que nos amenizaron el tiempo muerto después de fijar campamento. Además, Noe nos puso al día de las noticias de la zona y darnos recomendaciones sobre nuestra ruta.
Así es como una se tiene que dejar llevar por la sonrisa y los guiños del viaje, pasando por la Sierra del Escudo, Entrambasmestas o Los Corrales de Buelna de vuelta a Cabezón. Solamente nos queda chocarnos la mano y disfrutar de unos buenos huevos fritos con patatas; el mejor plato a degustar después de una bonita jornada de bici.
La bicicleta para recorrer Cantabria
La gran duda a la que todos y todas nos enfrentamos a la hora de encarar una ruta larga es en qué bicicleta hacerlo. Teniendo en cuenta que estas rutas están pensadas para fines de semana, puentes o un día suelto, tendremos la opción de elegir la bicicleta que más se adecúe a cada tipo de terreno en el que vamos a ciclar. Si, por el contrario, queréis recorrer la región del tirón, aconsejaría un modelo gravel con cubierta de más de 2.0 o, una bicicleta de montaña.
En mi caso llevo la Tout Terrain Outback Explore 275 con neumáticos 2.8″, una bicicleta muy resistente y que se adapta a la perfección a todo tipo de terrenos; desde barro hasta asfalto pasando por gravel y arena. Además llevo unas alforjas de bikepacking con la tecnología –que pesa bastante- y la ropa justa.
Preparativos
Clima
Teniendo en cuenta la situación geográfica de Cantabria, es más que recomendable echar un vistazo a la predicción climática antes de comenzar tu ruta.
En algunas zonas del interior encontrarás nieve y hielo durante el invierno. Por lo general, mucha precipitación en forma de lluvia a lo largo del año tanto en costa como en montaña.
Los meses de mayo a septiembre son los más recomendables para recorrer en bicicleta, pese a que en los últimos años están sufriendo olas de calor.
En cualquier época del año, no olvidéis un chubasquero. Te protege del viento que producen las bajadas pronunciadas y, sobre todo, de la lluvia. ¡Importante tenerlo a mano en caso de necesidad urgente!
Seguridad en la bicicleta
¡Siempre, siempre lleva el casco puesto! Antes de salir es importante asegurar que la bicicleta se encuentra en buen estado mecánico. No olvidéis llevar un kit de herramientas básico para salir de cualquier imprevisto mecánico en el camino.
Revisa las rutas en Komoot de vez en cuando para comprobar de que vais por el camino correcto – os prometo que Brad y yo hemos tenido que subir más de un puerto de vuelta por confusión, y ¡no mola nada!
Comida
Aunque tenemos la gran suerte de estar pedaleando por zonas de mucha tradición gastronómica, no siempre nos encontraremos cercanos a poblaciones donde poder sentarnos a llenar nuestros estómagos.
Es importante cargar algo de picoteo. En mi caso siempre llevo frutos secos, barritas energéticas de muesli que hago en casa y algo de fruta. Además recomiendo llevar un paquete pequeño de pasta y un poco de salsa para una posible cena.
Hidratación
La hidratación sobre la bicicleta es muy importante. En cualquiera de las cuatro rutas que proponemos, hemos cargado 3l cada uno, no sin antes haber comprobado en el mapa las fuentes y/o ríos que nos íbamos a encontrar de camino. Conocer este dato es especialmente importanteen las rutas por el Parque Natural de Saja-Besaya y la Vega de Pás.
Regulaciones de acampada libre en España
El “free camping” está prohibido en el país. Sin embargo, no la “pernoctación”. Esto quiere decir que se puede acampar siempre y cuando se recoja y monte campamento con el sol.
Esta ley se impone especialmente en parques nacionales – como puede ser en nuestro caso en Picos de Europa y reservas como la del Saja-Besaya. Si pedaleamos en verano, hay que tener en cuenta que el sol sale sobre las 6 am y anochece sobre las 9:30 pm. Queda terminantemente prohibido hacer fuegos y, por supuesto, se debe recoger toda la basura que generemos.
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